Tú eres tu buena suerte.

¿Eres de los que está esperando y esperando a que llegue un golpe de buena suerte para poder cambiar tu vida? ¿O eres de los que todos los días se pone manos a la obra para conseguir esa “buena suerte”?

La vida está llena de oportunidades y el ser humano está lleno de recursos. Tú estás lleno de recursos y capacidades y sólo tienes que ponerte en contacto contigo mismo, con tu interior, para saber que están ahí, a tu disposición, y usarlas en tu beneficio. Si nos ponemos en contacto con nosotros mismos, si nos hacemos caso, usaremos nuestros recursos y seremos capaces de conseguir las metas que nos propongamos.

Y si nos dejamos orientar y guiar exclusivamente por el exterior, por los demás, es posible que fracasemos porque los demás no saben de nuestras necesidades y capacidades.

Una misma oportunidad de conseguir algo puede ser entendida de forma diferente para dos personas, según pongan sus intereses en el interior o en el exterior de sí mismas. Las primeras son las que llamamos “personas con muy buena suerte”. Son aquellas que están en contacto con su valía y recursos, y están dispuestas a hacer el esfuerzo necesario para conseguir lo que quieren. Las segundas, las personas que dicen que “no tienen suerte”, son aquellas que esperan que del exterior les vengan las cosas que ellas quieren o necesitan.

Quizás con este ejemplo lo puedas ver un poco más claro: Imagina dos personas que están ilusionadas porque van a recibir amigos invitados a comer. Una de ellas va temprano al mercado para conseguir productos frescos, elige lo mejor que encuentra, luego los lava cuidadosamente, y los cocina a fuego lento, cuidando los detalles. Todo este esfuerzo le hace sentirse muy bien, además de que, cuando sus invitados lleguen, se lo agradecerán mucho y alabarán sus platos.

La otra persona se levanta más tarde, compra comida ya hecha, o comida enlatada o congelada, y mientras la calienta, se pone a hablar por teléfono o a ver la televisión, con lo que puede que la comida se pase un poco. Seguramente esperará las mismas alabanzas que la otra persona, pero es poco probable que las consiga, ya que no ha puesto su tiempo, esfuerzo y energía en la preparación de la velada.

Como vemos con el ejemplo, tu buena suerte depende mucho de tu esfuerzo, de tu ilusión por lo que vas a hacer, de tus capacidades, del tiempo que inviertes en ello y de todos tus recursos enfocados a tu meta. Tú puedes ser una persona de muy, muy buena suerte siempre que pongas todo esto a funcionar.