Ser-Estar

Ser-Estar

Pedro y Andrés estaban viendo jugar al futbol a sus hijos. El hijo de Pedro falló al intentar coger el balón y Pedro dijo: “¡Vaya tela, mira que eres torpe!” Andrés le miró y le dijo: “Tranquilo, Pedro, un fallo lo puede tener cualquiera”. Pedro, un poco alterado, dijo: “Si es que este hijo mío es un desastre. ¿No te has fijado cómo ha perdido el balón?”

Andrés reflexionó unos momentos y dijo: “Pedro, ¿sabes la diferencia entre “ser” y “estar”?” Pedro le miró confuso y dijo: “Claro que sé lo que significa ser y estar. ¿A qué viene eso ahora? Te estaba hablando de lo torpe y desastroso que es mi hijo”. Andrés dijo: “Dime una cosa, Pedro. ¿Qué notas ha sacado tu hijo en el último trimestre?” Pedro sonrió orgulloso y dijo: “Muy buenas. Es el mejor de su clase”. Andrés continuó: “¿Y cómo alguien que es torpe y desastroso puede ser el mejor de su clase?” Pedro se quedó confundido unos momentos y dijo finalmente: “Bueno, no es lo mismo…”.

Andrés dijo entonces: “Mira Pedro, cuando dices que alguien “es” “algo”, estás diciendo que es así siempre, que es su yo profundo y no cambiará nunca. Pero una persona puede “estar” un día alegre y otro triste, puede “estar” un día acertado y otro acertar menos. El “estar” cambia según la situación y las circunstancias de ese día. Mira, tú me conoces. Sabes que soy una persona bastante tranquila. Si un día estoy nervioso, ¿me dirías que “soy” nervioso o me preguntarías qué me pasa que “estoy” nervioso?” Pedro contestó: “Es verdad. Te preguntaría qué te pasa”. Andrés continuó: “Pues así tendrías que hacer con cualquier persona, y sobre todo con tu hijo. Yo he visto otros partidos contigo y sé que tu hijo juega bien. Quizás tendrías que preguntarle si hoy está menos concentrado o quizás solo ha sido un fallo sin importancia”.

Pedro miró a su hijo, que seguía jugando, y dijo: “Es verdad. Mi hijo no es desastroso”. Andrés le dijo entonces: “Estaría bien que tuvieras cuidado con lo que le dices a tu hijo porque, si le pones una etiqueta, puede que él decida cumplirla y creer que él es así, cuando no lo es”. Pedro le miró y dijo: “Tienes razón Andrés. A partir de ahora miraré qué digo y cómo lo digo a mi hijo. Y, por extensión, a cualquier persona. ¡Muchas gracias por tus palabras!”