¿Ser o estar?

La mayoría de nosotros hemos escuchado de pequeños cómo los adultos, nuestros mayores de referencia o los profesores nos decían “eres un niño muy bueno, tranquilo, listo, callado” o quizás “eres muy malo, rebelde, torpe, revoltoso”. Lo han dicho tantas veces que en otras ocasiones nos hemos comportado como nos habían dicho que éramos. Es la etiqueta que los adultos nos pusieron, es decir, nos dijeron cómo éramos y nosotros decidimos cumplir con ella y crecer creyendo que éramos así. No se nos ocurría cuestionar a nuestros adultos, por supuesto.

Para entender esto, primero es muy importante diferenciar entre “ser” y “estar”. El “ser” no varía, naces con él. Es la esencia del ser humano, lo que realmente eres, tu yo profundo. Pero yo puedo estar un día triste, nervioso/a y al día siguiente estar mejor, feliz, tranquilo/a, de otra manera. Esto sería el “estar”.

Y de ahí viene la creencia falsa de los niños, que les cuesta entender que pueden estar de otra manera que la que le han enseñado los adultos. Por ejemplo: Si un niño está a punto de hacer un examen, está nervioso y dejará de estarlo cuando lo haya acabado. Luego, si le salió bien, estará contento, y si no le salió bien, estará triste y hasta puede que esté muy callado pensando en lo que le van a decir sus padres cuando vean las notas. Ante todos estos cambios, no se puede afirmar que ese niño (o esa niña) “sea” nervioso, alegre, triste o callado, sino que ha estado nervioso por un examen y luego ha estado triste o alegre.

Es importante que tanto los adultos como los profesores hablen con los niños/as teniendo esto en cuenta, diciendo por ejemplo “ayer estuvisteis muy revoltosos pero hoy estaréis mejor”. Es una manera de reconocer que pueden cambiar su forma de estar, sin ponerles una etiqueta que no puede cambiarse.

Por último, podemos dar un paso más valorando y validando el cambio de estado en los niños, dándoles atención cuando están bien y haciéndoles menos caso cuando estén inquietos. Esto incluye el valorar el que un día un niño/a esté callado/a y hacérselo ver, mientras que no se le presta atención si está revoltoso/a, así como el valorar cuando habla a un niño/a que suele estar callado/a, y reforzarle.