¿Qué actitud quieres tener?

¿Qué actitud quieres tener?

Carla, Sandra y María acababan de salir de un examen de oposiciones y estaban tomando un café, comentando su experiencia. María dijo: “Ha sido un examen bastante difícil. Me da rabia. He tenido fallos tontos y ha habido algunas preguntas que no me dio tiempo a contestar…”. Enseguida, Sandra dijo: “Por fin, ya está hecho. Ya no tendré más a mi madre encima para que estudie…”. Carla añadió: “Si es que no me tenía que haber presentado. Yo no sirvo para esto, es demasiado para mí…”. María dijo: “Chicas, tranquilas. Si no aprobamos, lo intentaremos para la próxima convocatoria y seguro que lo conseguiremos”.

Sandra preguntó: “María, ¿cómo haces para estar tan animada?” María contestó: “Es cuestión de actitud”. Sandra y Carla preguntaron a la vez: “¿De qué hablas?” María contestó: “Fijaros, las tres hemos hecho el mismo examen, pero cada una reacciona de forma diferente. Si nuestra reacción dependiera de lo que acabamos de vivir, todas tendríamos que haber reaccionado igual, pero no lo hemos hecho”. Sandra preguntó: “¿Y dónde está la diferencia?” María dijo: “La diferencia está en las creencias que tenemos cada una acerca de lo que acabamos de vivir y cómo lo interpretamos. Es decir, cada una hemos tenido una actitud diferente”.

Carla dijo: “María, cuéntanos más acerca de eso de la actitud”. Sandra añadió: “Sí, por favor”. María dijo: “Vale. Por ejemplo, Carla, si crees que esta oposición es demasiado para ti, estarás triste por confirmarte a ti misma que no eres lo suficientemente inteligente para aprobarla”. Sandra preguntó: “¿Y la mía?” María dijo: “Por lo que has comentado antes, Sandra, parece que estás sacándote estas oposiciones por imposición de tu madre, no porque tú quieras. Así pues, te puede dar igual si las apruebas o no, con lo que el resultado no te influirá. En mi caso, por ejemplo, he tenido fallos tontos, lo que me ha dado mucha rabia porque no me he dado cuenta a tiempo de los mismos, o quizás no he dedicado todo el tiempo que necesitaba para preparármelo”.

Carla preguntó: “¿La actitud puede cambiarse? Me gustaría cambiar la mía…” María dijo: “Claro que sí, Carla. Mira, en la medida que analicemos y nos demos cuenta cuál es nuestra actitud ante las diferentes situaciones que nos toca vivir, mejor podremos afrontarlas. Si tras un error no me veo capaz de conseguir nada, ni siquiera lo intentaré de nuevo. Pero si cambio mi actitud y analizo en qué me he equivocado, corrigiendo mi error, podré cambiar lo que pienso y siento sobre lo que ha pasado, y estaré más cerca de lograr el triunfo en lo que me proponga. Por eso, en cuanto llegue a casa, voy a analizar dónde está mi error y lo cambiaré. Tú puedes hacer lo mismo. Y si te cuesta cambiar tu actitud, puedes pedir ayuda a una Psicóloga”.

Sandra añadió: “Tienes razón María. Yo solo me he centrado en lo que mi madre quería, pero yo también quiero cambiar mi actitud y valorar por mí misma el esfuerzo que he hecho. Creo que así tendré más ganas de intentarlo de nuevo”. María dijo: “Claro que sí. No nos quedemos en que ha sido un examen difícil. Cambiad vuestra actitud y conseguiréis estar tan animadas como yo. ¡Vamos a conseguirlo! Y si no es en esta convocatoria, será en la siguiente”. Carla y Sandra dijeron al unísono: “¡Claro que sí! ¡Muchas gracias por tus palabras María!”