“¡Sonríe por favor!

Una tarde de primeros de marzo, Laura se acercó a su abuela con cara de aburrimiento. Su abuela, al verla, le preguntó qué le pasaba. Laura dijo: “Estoy cansada y aburrida del invierno. Hace frío, casi siempre está nublado y llueve.… Estoy deseando que llegue la primavera para que me “altere la sangre”. Quiero salir, disfrutar y ser feliz”. Su abuela sonrió y le dijo: “Puedes salir, disfrutar y ser feliz también en invierno…” Laura entonces le dijo: “En invierno no tengo ganas de nada. Por eso quiero que llegue la primavera”.

Su abuela le pidió que se sentara a su lado y le comentó: “Parece que tu felicidad depende del tiempo. ¿Sabes que tú misma puedes producir endorfinas y sentirte bien?” Laura la miró con cara de no saber de qué hablaba. Su abuela entonces le dijo: “Las endorfinas son sustancias que produce nuestro cerebro. Son analgésicas, lo que quiere decir que te alivian el dolor, y además te hacen sentirte muy bien, te hacen ver que los problemas no son tan importantes, que tenemos recursos para solucionarlos y que la vida merece la pena vivirla”.

Laura se quedó pensando en ello y preguntó: “¿Y cómo le digo a mi cerebro que produzca endorfinas? Su abuela le dijo: “Tu cerebro ya las produce sin que se lo pidas. ¿Cómo te sientes cuando escuchas a tu grupo musical favorito?” Laura sonrió y dijo: “¡Genial!” Entonces su abuela le dijo: “Tu cerebro produce endorfinas cuando te pones la música que te gusta, cuando disfrutas con tu comida o helado favorito, cuando haces cosas por los demás, cuando lees ese libro que te encanta, o cuando miras a la cara sonriente de un bebé. También las produce cuando te ocupas de ti, cuando te relajas, cuando disfrutas de un paisaje precioso, cuando te sientes bien oyendo las olas del mar, y cuando abrazas y te abrazan. Funciona cuando tú te sientes bien. Y puede ser aún más fácil: con solo sonreír, tu cerebro ya empieza a producir endorfinas y te sientes bien, con lo que sonríes más, y se repite el proceso”. Laura sonrió abiertamente y dijo: “¡Es verdad! ¡Me siento mejor! Ahora entiendo por qué tú siempre estás sonriendo y pareces muy feliz”.

Su abuela la abrazó y le dijo: “Recuerda: puedes sentirte bien cualquier día del año. No tienes que esperar a la primavera. ¡Sonríe!”