¿Hablo o me callo?

¿Hablo o me callo?

Eva y Carmen han quedado para hablar, ya que Eva estaba muy preocupada. Carmen preparó un café y le dijo: “Bueno, Eva, dime qué es lo que tanto te preocupa”. Eva dijo: “Verás Carmen. Tengo un dilema muy gordo. Tengo una amiga que está saliendo con un chico que no le conviene. Quiero decírselo, pero puedo perder su amistad si se lo digo”.

Carmen pensó un momento y dijo: “¿Cómo sabes que no le conviene?” Eva contestó: “Pues porque no la respeta. Le he visto tontear con otra y mi amiga no se merece eso. Desde que le vi, no hago otra cosa que pensar en ello. Tengo que decírselo, pero no encuentro el momento. Tampoco sé si callarme y no decir nada. Así no perdería su amistad”. Carmen le dijo: “Mira Eva, esto que comentas le pasa a mucha gente: Hay personas que, cuando tienen que dar una mala noticia, la comunican rápidamente, a bocajarro, sin preguntar si la otra persona quiere escucharlo. Luego, hay otras personas que no quieren hablar de las malas noticias, y se callan, para no enturbiar la amistad que les une”.

Eva rápidamente preguntó: “¿Y cuál es la mejor actitud?” Carmen sonrió y dijo: “Ninguna de las dos”. Eva mostró cara de confusión y Carmen siguió hablando: “Verás: Las personas que presumen de sinceridad y lo hablan todo, muchas veces no se dan cuenta que solo piensan en soltar el peso que tienen por saber esa información. Una vez soltado, se quedan a gusto sin ese peso, sin darse cuenta de que pueden haber hecho mucho daño a la otra persona. Es decir, no son nada empáticas y, por tanto, estropearán la mayoría de sus relaciones, ya sea de amistad o de pareja”. Eva preguntó: “¿Y las que se callan?” Carmen contestó: “Las personas que se callan, tienen una actitud poco activa. No afrontan las situaciones y tampoco ayudan a los demás a afrontar sus acciones”.

Eva preguntó: “Entonces, ¿qué hago?” Carmen contestó: “Yo nunca te diría lo que tienes o no tienes que hacer, Eva, pero ya que me preguntas, te comento que lo primero que debes tener en cuenta es que no debemos dar nuestra opinión mientras no nos la pidan. Y si nos la piden, debemos darla de forma adecuada, con mucho cuidado y respeto, pensando en la persona con la que estamos hablando, y decirlo como nos gustaría que nos lo dijeran a nosotras. Teniendo claro que, si pensamos de forma diferente, no es una crítica sino una forma de ver las cosas distinta a la otra persona. Pero siempre hay que esperar que nos pidan nuestra opinión. Y, por supuesto, tener claro que lo que estamos diciendo es verdad, es decir, que no es una falsa impresión. Pienso que estaría bien cerciorarse de si esa persona que viste con su novio no es alguien de su familia, por ejemplo”. Eva se quedó unos instantes pensando en lo que Carmen le había dicho y dijo: “Genial, Eva. Me has aclarado las ideas. Primero veré si estoy en lo cierto o no. Luego, solo hablaré si me pide opinión al respecto y usaré las palabras que a mí me gustaría oír en un caso así. ¡Muchas gracias por tus palabras!”