¡Sigue tu estrella!

¿Es bueno compararse?

Pablo era un pastorcillo de doce años. Todos los días sacaba las seis ovejas de sus padres a pastar y, mientras lo hacían, él se distraía con todo lo que encontraba. Una tarde, se alejó bastante de ellas corriendo por el prado y, cuando volvió para buscarlas, se encontró con que un lobo había matado a tres de ellas. Al ver aquello, se sentó encima de una piedra y, mirando al suelo, empezó a llorar, diciéndose a sí mismo que había sido un mal hijo y sus padres le iban a castigar por no haber estado pendiente de las ovejas. Se sintió muy culpable, pues las ovejas eran una parte importante de la economía familiar y ahora serían mucho más pobres.  

Así pasó mucho tiempo, culpabilizándose de la desgracia que venía para él y su familia, hasta que se dio cuenta que no había luz a su alrededor ya que se había hecho de noche. Al mirar al cielo lleno de estrellas, descubrió a una que brillaba muy intensamente. Era preciosa, y parecía que se movía. Era la primera vez que veía algo así y, olvidándose de todo lo que había pasado, decidió andar en la misma dirección que la estrella, sintiéndose mejor, con fuerza y confianza en sí mismo con cada paso que daba. Al poco rato, vio que la estrella parecía pararse encima de una casa algo desvencijada, que se usaba como establo. Se acercó, y vio dentro a una familia pobre con un bebé muy pequeñito. Parecía que había nacido hacía poco. La mujer que tenía el bebé en brazos, que se llamaba María, le dijo sonriendo que se acercara sin miedo. Pablo entró y al poco tiempo, aparecieron tres hombres vestidos con trajes muy bonitos. Los tres se presentaron como Magos del lejano oriente. Dijeron que habían seguido la misma estrella que él había visto y, fascinados por ella, la siguieron hasta llegar allí.

Pablo, observando cómo aquellos Magos le daban muchos regalos a esa familia, se acordó de pronto de lo que había pasado a sus ovejas y, bajando la cabeza, se sintió desesperado de nuevo. Entonces, un Mago se dirigió a él y le preguntó qué le pasaba. Pablo le contó lo ocurrido con el lobo. Al oírle, el Mago le dijo: “Cuando estés triste, mira hacia arriba y déjate llevar por lo que te ilumina. Te dará confianza en ti mismo y fuerza para seguir el camino.” Pablo no entendía bien lo que el Mago decía. Pensó que se refería a la estrella que él mismo había seguido y le dijo que la estrella sólo le había llevado a un establo donde una familia pobre se había resguardado de la noche. El Mago entonces le dijo: “La fuerza y la confianza las encontrarás mirando hacia arriba y hacia adelante, no mirando al suelo”.

Los Magos se fueron y Pablo, aún confundido, se quedó dormido en las pajas, junto al bebé recién nacido. Cuando amaneció, Pablo despertó, encontrándose solo en el establo. Se levantó y, mirando al suelo, cabizbajo, emprendió el regreso a su casa, pensando en el disgusto que les iba a dar a sus padres. Entonces se acordó de las palabras del Mago y levantó la vista hacia arriba y hacia adelante. De repente aparecieron sus tres ovejas, rodeadas de una treintena más. Entonces entendió las palabras del Mago, y se prometió a sí mismo que, cuando tuviera problemas, en vez de mirar al suelo, miraría hacia arriba y adelante, para buscar la solución. Y, sintiéndose lleno de fuerza y confianza, emprendió el camino de vuelta a su casa, seguido de todas las ovejas, deseando contar a sus padres todo lo que había vivido.

¡Feliz Navidad!