Aconsejar, ¿sí o no?

Aconsejar, ¿sí o no?

Lucía y Carmen han quedado para comer juntas. Mientras miraban el menú, Lucía dijo: “Toma la coliflor gratinada, Carmen, aquí la hacen muy rica”. Carmen le dijo: “Voy a mirar otra cosa, quizás ensalada…”. Lucía dijo: “No. Prueba la coliflor. Tiene una bechamel riquísima. No te arrepentirás, hazme caso”. Carmen la miró y dijo: “Parece que a ti te encanta ese plato, ¿no es así?” Lucía sonrió y dijo: “Sí, me encanta. Lo he pedido aquí muchas veces. Por eso estoy segura de que te va a encantar. No lo dudes, pídetela”. Carmen siguió mirando el menú y, cuando llegó el camarero, pidió otra cosa. Cuando el camarero se fue, Lucía le dijo: “No entiendo por qué no has pedido la coliflor gratinada como yo. ¿Es que no confías en mí?”

Carmen la miró unos instantes y le dijo: “No se trata de que confíe o no confíe en ti, Lucía. Se trata de que lo que te gusta a ti, o te va bien a ti, no necesariamente me tiene que gustar a mí o irme bien a mí”. Lucía la miró extrañada y dijo: “Pues no sé por qué no te puede gustar a ti algo tan rico…”. Carmen le dijo entonces: “Mira, Lucía, cuando damos consejos, nos estamos basando en nuestro punto de vista y en nuestra experiencia. Pero los seres humanos somos diferentes y cada uno de nosotros tenemos circunstancias, contextos y experiencias distintas. Todo eso nos hace ver lo que nos pasa de forma diferente, además de que nuestra mochila experiencial nos hace ver cosas que los demás que no tienen esa mochila no pueden ver. Todo eso produce un sesgo en tus opiniones y consejos que son buenos para ti, pero no necesariamente para los demás”. Lucía se quedó callada unos instantes y preguntó: “¿Puedes ponerme un ejemplo de lo que me estás diciendo para entenderlo mejor?” Carmen contestó: “¡Por supuesto! Mira. Me has dicho que probara la coliflor gratinada, que seguro que me iba a gustar mucho, porque a ti te gusta mucho. Pero lo que no sabes es que tengo intolerancia a la lactosa y no puedo tomar bechamel porque me sienta mal. Pero, aunque no me sentara mal, no parecía que pudieras entender o aceptar que a mí no me gustara la coliflor, solo porque a ti sí te gusta”. Lucía bajó la cabeza y dijo: “Tienes razón, siempre pienso que lo que me gusta a mí es lo mejor para los demás y procuro decirlo, por si así puedo ayudar a la gente a decidir…. Entonces, ¿No debo decir mi opinión de las cosas?”. Carmen contestó: “Yo te diría que, si no te preguntan, no hace falta que la digas”. Lucía preguntó: “¿Y si me preguntan?”. Carmen contestó: “Quizás podrías decir: “Si yo fuera tú…” o “Según mi experiencia…” porque así hablas de tus gustos y tu aprendizaje. Y por supuesto, estaría bien el escuchar y respetar los gustos y preferencias de los demás”.

Lucía asintió con la cabeza y dijo finalmente: “Es verdad, Carmen, en mi afán de ayudar y aconsejar a los demás en sus decisiones, no respeto que piensen diferente a mí. Y tampoco me abro a pensar diferente. Voy a reflexionar en todo esto que me has hecho ver hoy. ¡Muchas gracias por tus palabras!”