¡Construye tu buena suerte!

¡Construye tu suerte!

Juan y Luis se encontraron por la calle después de muchos años y decidieron tomar algo para ver cómo les había ido la vida. Juan se pidió un refresco y una tapa, mientras que Luis, un poco serio, dijo que solo tomaría un vaso de agua. Juan se extrañó y le preguntó: “¿Te pasa algo, Luis?” Luis dijo: “No es nada, me apetecería tomar algo, pero estamos a finales de mes y tengo problemas económicos”. Juan le dijo: “No te preocupes, invito yo”. Luis se enfadó un poco y le dijo: “No, déjalo. Ya veo que tú has tenido mucha suerte. No tienes que restregarme por la cara que tienes más dinero que yo”. Juan, sorprendido, le preguntó: “¿Qué te hace pensar eso de mí?” Luis dijo: “Pues está claro. Traes un traje y corbata, como de tener un puesto de trabajo importante, y no te importa que sea final de mes para poder gastar dinero. Has tenido mucha suerte. Yo, en cambio, estoy vestido con el mono de trabajo del curro y tengo problemas para llegar a fin de mes… He tenido mala suerte”.

Juan le observó unos momentos y le dijo: “Siento mucho que pienses así. Los dos fuimos buenos amigos y estudiamos lo mismo, podríamos estar ahora en igualdad de condiciones”. Luis dijo: “Yo no he tenido suerte. Y tú sí. Eso no se puede cambiar…”.

Juan, reflexionando un poco, le dijo: “Mira, Luis, ¿recuerdas cuando yo me quedaba estudiando hasta tarde mientras tú te ibas a todas las fiestas del Campus? Tú te burlabas de mí y me decías que tenía que aprovechar la vida universitaria”. Luis le dijo: “Sí, fueron buenos tiempos. Me lo pasé genial y tú eras un aburrido…”. Juan le preguntó entonces: “¿Y recuerdas cuando tuvimos que escoger sitio para hacer las prácticas? Yo escogí una gran multinacional y tú escogiste una pequeña empresa que había cerca de tu casa”. Luis dijo: “Es que así no tenía que desplazarme mucho para ir allí, y el trabajo parecía sencillo, para quitarme cuanto antes de encima las prácticas…”. Juan dijo: “Recuerdo que, cuando te conté lo que había hecho en mi primer día de prácticas, me dijiste que era tonto y que intentara cambiar a otro sitio donde hiciera menos cosas”.

Luis le preguntó: “¿A dónde quieres llegar?” Juan le dijo: “Verás, Luis, la buena suerte no es algo que “llueva” o que te llegue de fuera, sin más. Yo también quería irme a las fiestas de la Universidad, pero era consciente que tenía que esforzarme para poder conseguir mis metas. Sí fui a alguna fiesta, pero no a tantas como tú. Y escogí aquella multinacional para mis prácticas porque yo quería trabajar en ella, y lo he conseguido. Fue difícil y tuve que trabajar mucho y muchas horas hasta conseguir que me dijeran que contaban conmigo después de la beca de prácticas. Estoy muy orgulloso de todo mi esfuerzo”.

Luis se quedó en silencio, y Juan continuó hablando: “Luis, tu buena suerte depende mucho de tu esfuerzo, de tu ilusión por lo que vas a hacer, de tus capacidades, del tiempo que inviertes en ello y de todos tus recursos enfocados a tu meta. No esperes que las cosas vengan del exterior para moverte. Si quieres que tu suerte cambie, te tendrás que poner manos a la obra ya para conseguirlo. Aún estás a tiempo”.

Luis dijo finalmente: “Tienes razón, Juan. Me voy a poner inmediatamente a construir mi “buena suerte”. ¡Muchas gracias por tus palabras!”.