¡Seamos solidarios!

¡Seamos Solidarios!

Lucía y Ana estaban desayunando juntas tras dejar a sus hijos en el colegio. Ambas comentaban lo difícil que había sido todo por la nieve en enero, debido a “Filomena”, cómo habían estado incomunicadas por la nieve y el hielo durante varios días, y lo difícil que había sido volver a la normalidad.

En un momento dado, Lucía dijo: “Me quedé alucinada cuando un vecino de varias casas más abajo, al que no conocía apenas, vino a ayudarme a limpiar los accesos a mi casa y al garaje. Se lo agradecí muchísimo. Y fíjate que, cuando le ofrecí darle algo de dinero, no lo aceptó…” Ana le dijo: “Claro, Lucía, la solidaridad es eso: apoyar incondicional y desinteresadamente a personas, causas o intereses ajenos a nosotros. Yo también estuve ayudando a una vecina que ya es mayor y no podía ponerse con una pala a quitar nieve.” Lucía dijo entonces: “Es que tú eres muy buena, Ana. Pero no hay mucha gente como tú…”

Ana sonrió a Lucía y le dijo: “Gracias por tus palabras Lucía. Hay mucha más gente solidaria. Ahí tienes por ejemplo a tu vecino, que te ayudó con la nieve. Lo que pasa es que en el mundo actual hay mucho individualismo, mucho uso de nuevas tecnologías y la gente no se relaciona como antes. Y ahora, con el coronavirus, todavía menos. Parece que hace falta una catástrofe para que nos acordemos que vivimos en sociedad y que nuestra ayuda puede ser necesaria para la misma.” Lucía dijo entonces: “Sí. Recuerdo que en el primer confinamiento había varias personas que preguntaban a los mayores de nuestra calle si necesitaban algo de la tienda, para ir a comprar lo que pidieran y así no se tenían que exponer al virus. Pero eso desapareció después de la desescalada. Y esas personas mayores siguen estando en peligro si van a la compra…” Ana añadió: “De eso se trata Lucía. Mira, cuando yo era joven, vivía en un pueblo no muy grande. Todos nos conocíamos. Cuando alguien necesitaba ayuda, casi no tenía que pedirla porque ya estábamos allí unos pocos a prestar nuestro apoyo. Nos sentíamos felices de poder ayudar y de saber que, si alguno de nosotros también necesitara ayuda, los demás acudirían.”

Lucía, bajando la mirada, dijo:” Eso ya no pasa, Ana. Ahora nos acordamos de los demás solo en las catástrofes.” Ana dijo entonces: “La solidaridad tendría que estar presente en el día a día de todos nosotros. Es algo que debería de enseñarse a los niños y niñas desde muy pequeños y fomentarla a lo largo de su aprendizaje de vida. Les ayudaría a entender mejor a los demás y a ponerse en su lugar, para poder ayudar, y crear una sociedad mejor. Y las personas adultas, como nosotras, tenemos que dar el mejor ejemplo. Que la nieve se haya derretido y se haya ido, no significa que también se vaya la solidaridad.”

Lucía se quedó pensando y dijo: “Tienes toda la razón Ana. Voy a estar atenta a las necesidades que hay en mi entorno y así me irá saliendo solo cada vez más, sin tener que pensar en ello. Gracias por tus palabras.”