Respetémosnos

Repetémosnos

Hace unos días yo estaba haciendo cola en una tienda, esperando mi turno para poder comprar. Como vi que la persona que estaban atendiendo ya había pagado, me empecé a acercar al mostrador, para hacer mi pedido, mientras la clienta anterior charlaba con la dependienta de cosas sin importancia. Cuando llegué al mostrador, esta clienta se dio la vuelta y, mirándome con una cara que parecía de horror, me dijo: “¡Vaya pelos trae usted!” Primero me sorprendió que, sin conocerme de nada, me dijera aquello. Segundo, a mí me gusta mucho mi pelo rizado, ya que no hay que peinarlo mucho para que siempre esté como a mí me gusta. No sé cómo tenía yo mi pelo en ese momento, (ni tampoco me preocupaba, la verdad), pero la exclamación de esa mujer me hizo fijarme en el suyo. Su pelo estaba un poco quemado y estropeado. Todo esto pasó en cuestión de segundos, ya que, en cuanto yo escuché la descalificación de los pelos que yo tenía, le dije: “Sí, ¿verdad? me encanta mi pelo”. Entonces ella se quedó un poco cortada y se llevó inmediatamente sus manos a su pelo, quejándose del mal aspecto que tenía el suyo propio y lo difícil que era para ella cuidarlo. No le presté mucha más atención y seguí con mis compras.

¿Qué había pasado allí? Esta persona había criticado mi pelo. Pero, si ella tenía un pelo estropeado, ¿por qué criticó el mío? Parece ser que ella estaba “proyectando”. ¿Y qué es la Proyección? Ahora os lo explico.

Todas las personas solemos tener una característica, un aspecto de nosotros, de nuestra personalidad que no nos gusta. Podemos darnos cuenta o no de ese sentimiento. Si nos damos cuenta de que lo tenemos, puede que hagamos todo lo posible para cambiar eso nuestro que no nos gusta. Pero hay personas que lo tienen, no se dan cuenta, y critican muy duramente eso mismo en otras personas. Eso es la Proyección: criticar, atribuyendo a otro un rasgo de mí mismo/a que rechazo con todas mis fuerzas.

Wayne W. Dyer repetía mucho en sus conferencias que “cuando señalo a alguien con un dedo (mi dedo índice), tengo tres dedos señalándome a mí (dedos corazón, anular y meñique). Es decir: cuando critico algo de alguien, yo tengo eso que estoy criticando, multiplicado por tres.

Sería muy bueno que, la próxima vez que vayamos a criticar a alguien, o a hacerle ver que algo de él o de ella me molesta, podemos hacer una reflexión y ver si eso que iba a decir, también es mío. Si es así, es mejor ponerme manos a la obra y tratar de cambiar en mí eso que no me gusta, en vez de mostrarme crítico y/o intolerante con el otro.