¡¡¡Decide!!!

Quiero decidir

Luis y Alberto estaban tomando un café juntos, aprovechando las vacaciones navideñas. Este año los dos se van a presentar a los exámenes de Acceso a la Universidad y comentaban qué posibilidades tendrían después. Luis dijo: “Yo estoy deseando empezar la carrera de Arquitectura. Me encanta dibujar y diseñar casas. ¡Va a ser estupendo! Espero sacar suficiente nota en los exámenes…” Alberto le escuchaba pensativo y no dijo nada. Luis, al verlo así, le preguntó: “¿Qué te pasa Alberto? ¿Estás preocupado por los exámenes?” Alberto volvió de su ensoñación y le dijo: “¿Qué me habías preguntado?”

Luis le dijo: “Si tienes problemas, puedes confiar en mí. Cuéntame qué te pasa.” Alberto entonces le dijo: “No te preocupes, es que te oigo hablar de lo ilusionado que estás de empezar tu carrera y a mí me gustaría estar como tú…” Luis reflexionó unos instantes y le dijo: “Tú nunca me hablas de la carrera que vas a hacer. ¿Qué vas a estudiar?” Alberto, bajando los ojos, dijo: “Pues Derecho, como toda mi familia.” Luis le preguntó: “¿Te gusta el Derecho?” Alberto contestó: “No se trata de si me gusta o no, es la tradición familiar. Mi bisabuelo fundó el Bufete de Abogados y mi padre y mi tía ya trabajan allí. Yo tengo que seguir la tradición familiar.” Luis volvió a preguntar: “¿Pero te gusta el Derecho? Nunca te he oído hablar de ello. Sí te he oído hablar de lo mucho que te gustan los niños.”

Alberto abrió mucho los ojos y dijo: “Siempre me han gustado los niños. De pequeño ponía a mis muñecos sentados en clase y les enseñaba a leer, escribir, sumar, restar…” Luis le dijo: “Entonces, dejando a un lado el Derecho, si pudieras elegir, ¿cuál te gustaría que fuera tu profesión?” Alberto, sonriendo, dijo: “Me encantaría ser profesor de infantil y primaria.” Luis, al verlo así, le dijo: “Pues hazlo, seguro que lo disfrutas como yo voy a disfrutar de la Arquitectura.” Alberto dejó de sonreír y dijo: “No, no puedo estudiar Magisterio. Es una pérdida de tiempo.” Luis puso cara de extrañeza y Alberto prosiguió: “Yo, de pequeño, siempre les decía a mis padres que quería ser maestro, pero ellos me decían constantemente que era una tontería que pensara eso, que los maestros no ganan mucho dinero, tienen que opositar, que hay muchos maestros en paro, que sería perder el tiempo, y que lo mejor que yo podía hacer era estudiar Derecho y seguir con la tradición familiar. Decían que el Bufete da mucho dinero y que me dejara de ideas raras. “

Luis, comprendiendo, le dijo: “Mira Alberto, una carrera universitaria es algo muy importante en tu vida y cuesta mucho esfuerzo. Es importante que elijas algo que te guste. Entiendo que tus padres quieran guiarte cuando eres más pequeño, pero ahora estás decidiendo sobre tu profesión y tu futuro. Puede que a los demás les preocupe que cambiemos, que no hagamos lo que está previsto, pero al final eres tú el que decidirá y el que vivirá con las consecuencias de tu decisión. Es importante escuchar a los demás, pero también hay que tener en cuenta que, aunque sea de buena voluntad, están hablando de ellos y de sus miedos y sus creencias. Tú debes crearte tu propio criterio, con los pies en la tierra, y tomar las decisiones desde ti, no desde lo que elijan los demás por ti. Te propongo como buen propósito de este año que te dirijas a donde tú quieres, no a donde los demás quieren que tú vayas. ¿Qué te parece?”

Alberto no tuvo que pensarlo mucho y dijo: “Tienes razón Luis. Ya no soy un niño. Voy a tomar mis propias decisiones y aceptar las consecuencias de ellas. ¡Es un buen propósito para comenzar el año!