¡Párate y disfruta!

Terminan las vacaciones y vuelve el colegio, el trabajo, la casa… y parece que nos cuesta un poco retomar la actividad. Pasamos de descansar y estar relajados a darnos prisa para todo. Es como si no tuviéramos tiempo para hacer todo lo que hay que hacer.

Hay personas a las que esto les pasa todo el año. Andan siempre corriendo para todo, en la oficina, en la compra, incluso, cuando se supone que van a disfrutar. Son personas que critican la lentitud, la tranquilidad y no se permiten el disfrutar de ningún momento de relax. Son impacientes y todo lo hacen deprisa para acabar pronto y pasar a otra cosa, que también hacen deprisa. Sin embargo, toda esta prisa les está impidiendo vivir el presente. Por consiguiente, no pueden disfrutar en el aquí y ahora de las cosas que hacen, porque siempre están pensando en lo siguiente que tienen que hacer. Y si no están en lo que están haciendo, no se van a preocupar de los detalles, con lo que la calidad de lo que hagan dejará mucho que desear.

Si te reconoces en este tipo de personas, puede que de pequeño en el colegio, en casa, en los juegos…, te hayan animado a ser más rápido, uniendo esta idea a ser más efectivo, y no es así. Ahora eres adulto y sigues haciendo y haciendo, empiezas dos o tres cosas a la vez, creyendo que puedes, y te agobias cuando ves que no puedes con todo.

Si quieres sentirte mejor, debes parar y reflexionar. No es necesario darse prisa, hay un tiempo para cada cosa y es cuestión de estructurarlo adecuadamente. No empieces tres cosas a la vez. Tómate tu tiempo para decidir qué vas a hacer primero y hazlo, fijándote en los detalles, para que puedas acabarlo suficientemente bien y entonces empezar con lo siguiente que quieras hacer.

Tómate tiempo para pensar. Vive en el aquí y ahora. Pon toda tu atención en lo que haces, y disfruta de las pequeñas cosas de cada momento. Permítete el pararte y fijarte en los detalles de todo lo que te rodea. Descubrirás un mundo nuevo a tu alrededor. Si quieres disfrutar de un paisaje, date tu tiempo, párate y ¡disfruta!

¡Eres valioso/a!

Hay personas que se sienten mal porque nadie les valora e invierten mucho esfuerzo en hacer muchas cosas, buscando esa valoración que necesitan. No se dan cuenta que están poniendo su propia valía en las manos de los demás.

Jorge Bucay, en su libro “Cuentos para pensar”, cuenta un cuento muy ilustrativo sobre este tema. El cuento se llama “El verdadero valor del anillo”, (Bucay, 2002). Resumiéndolo, la historia habla de un joven que se sentía mal porque los demás le decían que era torpe y tonto, y fue a pedir ayuda a un sabio para saber qué podía hacer para que lo valoraran más. El sabio le dijo que le ayudaría si antes el joven le ayudaba a él en un problema que tenía, a lo que el joven accedió. Le pidió que fuera a vender un anillo al mercado, pidiendo como mínimo una moneda de oro por él. El joven hizo lo que le pedía el sabio y tras varios intentos, volvió triste sin haberlo podido vender porque los mercaderes se rieron de lo que pedía por el anillo y le ofrecían mucho menos por él. Entonces el sabio le dijo que era necesario saber primero el verdadero valor del anillo y que fuera al joyero para averiguarlo, pero que no lo vendiera, le ofreciera lo que le ofreciera. El joven fue y volvió sorprendido ya que el joyero le dijo que el anillo valía 70 monedas de oro. El sabio le hizo comprender al joven que él era una joya única y valiosa, sin importar lo que los demás pensaran de él.

Es importante que no bases tu valía en que los demás la reconozcan, ya que, si no encuentras a nadie que lo haga, te sentirás mal, triste y hundido. Tú eres importante y valioso por ser tú, no por lo que hagas, y mucho menos por lo que la gente opine de ti. Tú eres quien decide lo que tú vales, y no necesitas que los demás te lo digan, te apoyen o te refuercen.

Recuerda que tú eres valioso por ser tú mismo, por lo que piensas, sientes y haces.

Verano: ¡vacaciones!

Es verano, luce el sol, hace calor y todos estamos ya de vacaciones o las estamos preparando con muchas ganas, para poder descansar. Es el momento de disfrutar, de no hacer nada, de relajarse, de cargar las pilas para cuidar tu salud y poder retomar la actividad después del verano con ganas y fuerza.

Además, puedes aprovechar para reflexionar sobre lo trabajado en el año, estar orgulloso/a de lo conseguido y darte los premios ganados por tu constancia y tu voluntad.

Esto que parece algo maravilloso y muy esperado, para algunas personas se puede convertir en una situación difícil, ya que tienen dificultad para llenar ese tiempo que durante todo el año han tenido ocupado. ¿Eres de las personas que están ilusionándose con disfrutar del campo, la playa, los viajes, el sol, los amigos, trasnochar… o a veces te asalta alguna duda de que se te haga un poquito largo el tiempo de vacaciones?

Eres una persona merecedora de todo lo mejor todo el tiempo. Y ahora, en este verano, tiene la oportunidad de hacer todas las cosas con las que has soñado en los largos meses de invierno.

Además, si sueles concentrarte en tu trabajo, evitando distracciones, para que todo esté a tu gusto y en tiempo, esa misma concentración la puedes aplicar en descansar y divertirte, evitando distraerte con pensamientos sobre lo que no estás haciendo. Podrás evitar irte al pasado, a las obligaciones que has dejado, y al futuro, a las obligaciones de después del verano, estando en el aquí y ahora, con los cinco sentidos. ¿Y cómo se consigue? Cuando pasees, cuando te bañes en el mar, cuando disfrutes de una película o de una buena comida, ya sea solo/a o en compañía de la familia, amigos, pareja, etc., piensa sólo en lo que estás haciendo, observa dónde estás, escucha los ruidos que tienes alrededor, siente el viento, el sol, el agua si estás en el mar. Eso te permitirá estar en el aquí y ahora y disfrutar mucho más de tus vacaciones.

Recuerda: cargándote de ti mismo, te sientes bien en tus tiempos de ocio y te sentirás fuerte para empezar de nuevo el curso con energía.

Tú eres tu buena suerte.

¿Eres de los que está esperando y esperando a que llegue un golpe de buena suerte para poder cambiar tu vida? ¿O eres de los que todos los días se pone manos a la obra para conseguir esa “buena suerte”?

La vida está llena de oportunidades y el ser humano está lleno de recursos. Tú estás lleno de recursos y capacidades y sólo tienes que ponerte en contacto contigo mismo, con tu interior, para saber que están ahí, a tu disposición, y usarlas en tu beneficio. Si nos ponemos en contacto con nosotros mismos, si nos hacemos caso, usaremos nuestros recursos y seremos capaces de conseguir las metas que nos propongamos.

Y si nos dejamos orientar y guiar exclusivamente por el exterior, por los demás, es posible que fracasemos porque los demás no saben de nuestras necesidades y capacidades.

Una misma oportunidad de conseguir algo puede ser entendida de forma diferente para dos personas, según pongan sus intereses en el interior o en el exterior de sí mismas. Las primeras son las que llamamos “personas con muy buena suerte”. Son aquellas que están en contacto con su valía y recursos, y están dispuestas a hacer el esfuerzo necesario para conseguir lo que quieren. Las segundas, las personas que dicen que “no tienen suerte”, son aquellas que esperan que del exterior les vengan las cosas que ellas quieren o necesitan.

Quizás con este ejemplo lo puedas ver un poco más claro: Imagina dos personas que están ilusionadas porque van a recibir amigos invitados a comer. Una de ellas va temprano al mercado para conseguir productos frescos, elige lo mejor que encuentra, luego los lava cuidadosamente, y los cocina a fuego lento, cuidando los detalles. Todo este esfuerzo le hace sentirse muy bien, además de que, cuando sus invitados lleguen, se lo agradecerán mucho y alabarán sus platos.

La otra persona se levanta más tarde, compra comida ya hecha, o comida enlatada o congelada, y mientras la calienta, se pone a hablar por teléfono o a ver la televisión, con lo que puede que la comida se pase un poco. Seguramente esperará las mismas alabanzas que la otra persona, pero es poco probable que las consiga, ya que no ha puesto su tiempo, esfuerzo y energía en la preparación de la velada.

Como vemos con el ejemplo, tu buena suerte depende mucho de tu esfuerzo, de tu ilusión por lo que vas a hacer, de tus capacidades, del tiempo que inviertes en ello y de todos tus recursos enfocados a tu meta. Tú puedes ser una persona de muy, muy buena suerte siempre que pongas todo esto a funcionar.

Los Magos del Tiempo.

Érase una vez, en un país no tan lejano llamado Tiempo, vivían tres Magos. Un día se reunieron para ver la importancia que tenía cada uno, ya que cada Mago se creía el más importante.

El primer Mago en reclamar la palabra fue el Pasado, diciendo que él era el mayor de todos, y por tanto, tenían que respetarle. Dijo que él era el más importante porque recogía todas las situaciones que las personas han vivido, el recuerdo de las personas con las que se han relacionado, los viajes que han realizado, acumulando la sabiduría del paso del tiempo.

Enseguida quiso hablar el segundo Mago, el Presente, diciendo que el pasado y el futuro no eran importantes. Sólo él se ocupaba de lo que hacen las personas, de crear situaciones, vivencias, aventuras, etc.

El tercer Mago, el Futuro, habló rápidamente, como suele hacer, y dijo que el pasado no era importante porque ya pasó y no se puede volver a él, y proclamó que el presente no existía, pues cada minuto que pasaba se quedaba en el pasado y el siguiente se adentraba en el futuro. Se erigió como el más importante porque él era todo lo que estaba por venir.

Siguieron discutiendo un buen rato, hasta que vieron que no se ponían de acuerdo. Entonces decidieron ir a ver al Yo Superior (la Conciencia), ese espacio de sabiduría al que se le preguntaba sobre las grandes verdades y las soluciones posibles.

El Yo Superior les escuchó hablar, dándole a cada uno su tiempo para expresar todo lo que tenían que decir, y, cuando todos habían hablado ya, tomó la palabra y se dirigió a cada uno de ellos.

Primero le dijo al Pasado que él era muy importante ya que encerraba todo lo que las personas han vivido, y gracias a ello, pueden sacar un maravilloso aprendizaje de su experiencia.

Después habló con el Presente y le dijo que él también era muy importante ya que todo lo que se crea, se hace en el momento vivido.

Seguidamente habló con el Futuro, y le dijo que también era muy importante ya que encerraba todas las ilusiones y sueños de los humanos, que son el motor de toda persona.

Y por último, les dijo a los tres que desde el día a día, desde el aquí y ahora, se puede conectar con el pasado, aprender de la experiencia y decidir una vida mejor para el futuro.

¿Quieres ser feliz?: ¡Sonríe!

¿Sabías que varias investigaciones han llegado a la conclusión de que reír es bueno para la salud? Pero no solo reír; sonreír, tomarse las cosas con buen humor, positivamente, todo ello ayuda a vivir una vida más satisfactoria. Las emociones positivas que produce la sonrisa influyen significativamente en la salud física, emocional y social de las personas. Sonreír ayuda a mejorar nuestra salud y potencia el que nos relacionemos con los demás de forma más positiva y beneficiosa, además de fortificar nuestro sistema inmunitario y ser un mecanismo anti-estrés muy efectivo.

Existe una conexión de doble dirección entre las emociones y los gestos faciales. No sólo mostramos nuestro estado de ánimo con la sonrisa, sino que la sonrisa termina por producir en nosotros sentimientos positivos. Sonreímos porque estamos alegres y estamos alegres porque sonreímos. Una simple sonrisa emite una información a nuestro cerebro que hace que segregue endorfinas. Se trata de un mecanismo parecido al que nos hace salivar con solo oler nuestro plato favorito.

¿Y qué son las endorfinas? Son sustancias naturales producidas por nuestro cerebro, que, entre otras cosas, son analgésicas, es decir, alivian el dolor de una forma más potente que lo pueda hacer la morfina, pero sin efectos secundarios. Además son euforizantes, y desempeñan diversas funciones entre las que destaca un papel esencial en el equilibrio entre el tono vital y la depresión. Al crearlas, nos sentimos extraordinariamente bien, sentimos que la vida vale la pena de ser vivida, que los problemas no son tan importantes y que tenemos recursos para solucionar cualquier situación.

Las endorfinas producen placer y aquello que nos produce placer estimula la fabricación y el flujo correcto de las endorfinas. Tu cuerpo fabrica endorfinas mientras escuchas tu música favorita, cuando miras a los ojos a un bebé, leyendo poesía, cuando nos telefonea la persona amada o recibimos un regalo de ella, cuando nuestro equipo favorito marca aquel gol que le faltaba para ganar la liga, o encontramos por casualidad ese sello que nos faltaba para completar nuestra colección. Si eres deportista, haciendo un sprint o batiendo un récord, o simplemente, haciendo footing todos los días. También con la relajación, o imaginándote un mar tranquilo, oyendo el ruido de las olas, o una mañana de primavera, escuchando cantar a los pájaros, … todo lo que te haga sentir satisfacción.

Tienes un sistema mágico para que tu vida funcione bien. ¡Ponlo a funcionar! ¡¡¡Sonríe!!!

Me comprendo, te comprendo.

A veces, cuando ocurre algo que no habíamos planeado, alguien nos defrauda, nosotros defraudamos a alguien o nosotros a nosotros mismos, nos podemos quedar estancados en el enfado, la culpa, el resentimiento, sintiéndonos muy mal. No queremos aceptar lo ocurrido y perseguimos a quien nos dañó, o nos perseguimos a nosotros mismos por haber fallado. No podemos pasar página.

Algo que nos puede ayudar a seguir adelante es la comprensión. Si me pongo en el lugar del otro, y si además recuerdo algún otro momento en el que yo pasé por lo mismo y actué del mismo modo, puedo llegar a entenderle. Esta comprensión me ayuda a aliviar la intensidad de la emoción dolorosa que siento, permitiéndome seguir adelante con más serenidad.

Muchas personas pueden pensar que es muy difícil comprender a los demás, sobre todo si nos sentimos muy mal por lo que nos hicieron, sin embargo los más beneficiados somos nosotros mismos. La comprensión te libera de ataduras que entristecen el alma y enferman el cuerpo. Comprender no significa que estés de acuerdo con lo que pasó, ni que lo apruebes. No significa que hayas dejado de dar importancia a lo que sucedió ni darle la razón a alguien que te hirió. Simplemente significa que entiendes las circunstancias de esa persona para que actuara como lo ha hecho, y así, podrás dejar de lado aquellos pensamientos negativos que te han causado dolor o ira, dejarlos en el pasado.

Algo crucial a tener en cuenta es que la persona más importante a la que tienes que comprender es a ti mismo/a, por todas las reacciones que tuviste ante las cosas que no sucedieron de la manera que pensabas. Párate a reflexionar y comprende la motivación de tus acciones, que tendrá que ver seguramente con aprendizajes anteriores. Si te has equivocado, asume tu responsabilidad, aprende de tus errores y libérate del sufrimiento. No solucionarás nada machacándote con la culpa y el remordimiento. A muchas personas les resulta fácil entender a los demás, pero les cuesta aceptar y comprender qué ellos se pueden equivocar.

Recuerda que a través del aprendizaje de nuestros propios errores podremos entender los errores de los demás, y podremos poner en marcha los múltiples recursos que tenemos para afrontar cualquier situación nueva e inesperada

¡Tengo recursos!

Puede que muchos de nosotros recordemos cómo nuestros padres nos impulsaban a estudiar y sacar buenas notas, para que pudiéramos demostrar lo inteligentes que éramos. Con esto nos querían enseñar que el colegio, la cultura, los estudios universitarios, eran el medio para conseguir prosperidad y realización en la vida. Hemos llegado a creer que una persona es inteligente si tiene títulos académicos, carreras universitarias, doctorado en matemáticas, física, etc. Sin embargo, hay muchas personas con muchos títulos y mucho conocimiento en idiomas, y no han alcanzado prosperidad ni se sienten realizados como personas.

Esto nos puede ayudar a pensar que la inteligencia no se debe medir por la capacidad de resolver ecuaciones matemáticas sino por la capacidad de tener una vida feliz, viviendo en el presente, y seguir así cada día.

Si eres feliz, si vives en el aquí y ahora, aprovechando al máximo tus recursos y habilidades, entonces eres una persona inteligente. Por supuesto que la capacidad de resolver problemas es una ayuda muy buena para la búsqueda de tu felicidad, pero, a pesar de no tener habilidad para resolver cierto tipo de problemas o situaciones, es tu forma de afrontar dichos problemas lo que te hará ver las cosas de otra manera, y entonces se podrá decir que eres inteligente.

Las personas inteligentes saben cómo “enfrentarse” a los problemas que surjan en sus vidas. No estamos midiendo la inteligencia por la capacidad de “resolver” los problemas sino por la capacidad que tienen de seguir siendo felices y sintiéndose personas valiosas, consigan o no consigan resolver el problema.

Ante una misma situación o problema, hay personas que se desploman, se deprimen y se bloquean, y así no pueden pensar y reflexionar, con lo que no consiguen solucionar nada, además de sentirse muy tristes y poco valiosos. Sin embargo, hay otros que, ante esa misma situación, reconocen que los problemas son algo que forma parte del vivir a diario y los enfrentan con más serenidad, lo que les ayuda a conectar con sus recursos y habilidades, y pueden encontrar muchas posibilidades de actuación ante lo que tienen delante.

Recuerda que la felicidad y la inteligencia no se miden por la ausencia de problemas, sino por tu actitud hacia ellos.

Queridos Reyes Magos

Queridos Reyes Magos, como este año he sido muy buena, espero que me traigáis todo lo que os pido en esta carta: …” Así solíamos comenzar la carta de los Reyes Magos en Navidad, esperando que nos trajeran montones de juguetes y regalos.

Ahora, hemos crecido, pero aún podemos reflexionar qué deseamos para nosotros en este nuevo año. Es un ejercicio muy interesante, que a la vez nos puede decir mucho de nosotros mismos.

Muchos piden dinero, trabajo, salud, amor… y lo piden como si aún estuvieran escribiendo la carta de los Reyes Magos, es decir, desde la fantasía de creer que unos magos vendrán y les darán todo eso, sin que ellos hagan nada.

En estos casos, te puedes preguntar ¿qué hago yo para tener en mi vida dinero, trabajo, salud y amor? ¿Estoy utilizando todos mis recursos internos para ello? Muchas veces no nos damos cuenta que tenemos muchas capacidades y habilidades para conseguir lo que nos propongamos, y solo en situaciones muy difíciles las usamos, sorprendiéndonos de que estuvieran allí.

También es usual hacer propósitos para el año que entra, como: “tengo que ir más al gimnasio, tengo que aprender un idioma, tengo que…” Cuando usas las palabras “tengo que”, tu cerebro lo recibe como una obligación, como algo que te cuesta mucho hacer y que estás retrasando, a veces sin una razón de peso. Los “debo” y “tengo que” forman parte de mi vida comprometida con mis obligaciones, mi trabajo, mis responsabilidades. Si empiezas el año con muchos “tengo que”, pregúntate si todo eso que “tienes que hacer” de verdad “quieres” hacerlo. Los “quiero” tienen que ver con mi decisión, mi vida privada, elegir lo que me apetece y me gusta. Muchas veces, cuando “dejo algo para mañana”, el motivo simplemente tiene que ver con que me estoy cargando con obligaciones que no quiero o no me apetece hacer. Y si de verdad quieres hacerlo, no digas “tengo que” sino “quiero hacerlo”, y verás cómo tu cerebro lo recibe de otra manera, te sientes con ganas de ponerte manos a la obra, te vienen ideas, formas de conseguir lo que deseas y tu actitud hacia ello es más positiva.

“Queridos Reyes Magos: os doy las gracias porque me habéis dejado en mis zapatos todos los “quiero” que me hacen feliz: disfrutar, jugar, reír, divertirme,…. Gracias, gracias, gracias”

Cuento de Navidad.

Érase una vez un país que tenía muchos habitantes, un Rey y sus Ministros, que se encargaban de que en el país reinara la Armonía. Este reino estaba lleno de sorpresas, de momentos alegres, de abundancia, de bienestar, y de esas riquezas indescriptibles que se sienten y no se ven.

– Su Primer Ministro se llamaba Don Respeto, y éste ponía los límites con cariño a todos sus habitantes.

– El Ministro/a de Economía, Don Abundancia, se ocupaba de que todos, gracias a su trabajo, tuvieran dinero para vivir con todo tipo de comodidades.

– El Ministro/a de Hacienda, Don Seguridad, se encargaba de que todos contaran con una casa cómoda y calentita.

– El Ministro/a de Educación, Don Sabiduría, cuidaba de que todos los niños aprendieran jugando, para que se convirtieran en adultos sabios y divertidos.

– El Ministro/a de Obras Públicas, Don Serenidad, trabajaba en construir carreteras y calles suaves, para que todos los que las iban pisando, según caminaban, se fueran relajando.

– El Ministro/a de Sanidad, Don Salud, tenía poco trabajo, pues todos los habitantes estaban sanos y fuertes, así que ponía a los médicos a investigar en I+D para mejorar aún más el bienestar de todos.

– El Ministro/a de Cultura, Don Creatividad, se ocupaba de que todos los ciudadanos tuvieran sueños y supieran cuentos para contar a sus hijos y nietos.

– El Ministro/a de Agricultura, Don Ecología, cuidaba que todos comieran sano y recomendaba a los habitantes que plantaran muchos árboles y los regalaran.

– El Ministro/a de Justicia, Don Responsabilidad, era el que menos trabajo tenía de todos, ya que los habitantes de este país eran honestos y responsables, y no necesitaban de sus servicios.

– El Ministro/a de Servicios Sociales, Don Amor, se ocupaba de ayudar y enseñar a los habitantes a entender, aceptar, comprender, amar, y, cuando eran adultos, se ocupaba de recomendar juegos sexuales.

– Por último, el Rey, que se llamaba Autoestima, era el encargado de dirigir el trabajo de todos los Ministros/as.

En estas Navidades, vamos a reconocer en nosotros a este país tan maravilloso, llamado Ser Humano, sano, fuerte y feliz…

¡FELIZ NAVIDAD!